Tras abordar durante los meses anteriores la reflexión crítica y la cuestión de la escucha, nos referiremos hoy al contenido de nuestras conversaciones. Antes que nada conviene detenerse en la actitud que tienen los que conversan. No consideraremos como conversación la habitual palabrería egocéntrica de quienes en verdad, no reconocen al otro como interlocutor, puesto que lo único que les importa es hablar de lo suyo. Igualmente no comunicamos nada de interés en el parloteo común tan frecuente como insustancial. Descartados estos supuestos : ¿ qué objetivos se persiguen en la comunicación? ¿tratamos de prevalecer sobre los otros interlocutores, reforzando así nuestras posiciones ? o ¿ tal vez a través de escucharles sepamos, reconociendo las diferencias, incorporar algo nuevo a nuestros saberes ?. Otra cuestión, también preliminar, sería conocer cómo está cursando la comunicación entre los humanos en nuestra era digital. Sherry Turkle ...
Retomamos la cuestión de la escucha, ahora desde la perspectiva de nuestra propia necesidad de ser escuchados. Los escenarios de entendimientos casi imposibles y los obstáculos de una polarización radical y generalizada, justifican nuestra vuelta a la importancia de la escucha en el mundo de hoy. Todo el valor que la palabra tiene huelga si no le corresponde una verdadera escucha. Hablar y escuchar se necesitan mutuamente: cuando conversamos lo hacemos con el propósito de ser escuchados, dado que es la escucha la que valida y da sentido a lo que decimos. Ser escuchados nos inspira y establece un lazo de confianza y de reciprocidad con quien lo hace. Estamos también observando cómo la expansión de la digitalización pareciera llevar aparejada, el convertirnos en individuos apremiados y apresurados, por tanto incapaces de la calma y el silencio necesarios para una escucha atenta. Esto no sólo parece ocurrir ahora, Walter Benjamín, ( 1892- 1940) filósofo de la Escu...