Retomamos la cuestión de la escucha, ahora desde la perspectiva de nuestra propia necesidad de ser escuchados. Los escenarios de entendimientos casi imposibles y los obstáculos de una polarización radical y generalizada, justifican nuestra vuelta a la importancia de la escucha en el mundo de hoy. Todo el valor que la palabra tiene huelga si no le corresponde una verdadera escucha. Hablar y escuchar se necesitan mutuamente: cuando conversamos lo hacemos con el propósito de ser escuchados, dado que es la escucha la que valida y da sentido a lo que decimos. Ser escuchados nos inspira y establece un lazo de confianza y de reciprocidad con quien lo hace. Estamos también observando cómo la expansión de la digitalización pareciera llevar aparejada, el convertirnos en individuos apremiados y apresurados, por tanto incapaces de la calma y el silencio necesarios para una escucha atenta. Esto no sólo parece ocurrir ahora, Walter Benjamín, (1892- 1940) filósofo de la Escuela de Fráncfort, reconocía, durante el periodo de entreguerras, lo insólito del don de la escucha. Ya escribía en aquel entonces que "el olvido de sí mismo, indispensable para poder escuchar, resulta casi imposible en esta sociedad narcisista donde una satisfacción autárquica y solipsista se impone".
Consideraremos para nuestra reflexión las propuestas que sobre la escucha encontramos en la obra del sociólogo Rafael Echeverria. En su texto fundamental: "Ontología del lenguaje", asumiendo la idea del filósofo alemán Martín Heidegger acerca del ser humano como un "ser en el mundo", postula que los humanos somos "seres lingüísticos". Define el escuchar como un proceso activo que pone en marcha la capacidad de captar, atender e interpretar los mensajes verbales y acciones del emisor. La escucha que hoy traemos a colación es la que sucede en presencia de los interlocutores: nuestras conversaciones y diálogos. En estas interlocuciones "la escucha establece conexiones entre los sonidos, los gestos, las posturas y los silencios incluso, para lograr la comprensión y poder llegar a la interpretación de quien habla".
Francesc Torralba Catedrático de Ética de la Universidad Ramón Llull publicó el libro " El arte de saber escuchar". Desde 2012 dirige los Diálogos de Pedralbes en Barcelona, punto de encuentro a través de la conversación entre especialistas de diversas disciplinas. En los Diálogos se plantea, desde la pluralidad, una reflexión sobre el papel de la espiritualidad en diferentes ámbitos de la sociedad. Este filósofo de la comunicación formula que quien escucha sepa estar descentrado de sí mismo, siendo receptivo a quien le habla, a través de un ejercicio de discreción y respeto. Leemos en su tratado: " La humildad es la condición que hace posible la escucha, puesto que escuchar es arriesgarse a descubrir que no estamos en posesión de la verdad." " La escucha es la condición de posibilidad de la palabra; de ahí que el arte de la escucha sea más básico y fundamental que el de la palabra. Voluntad de comprender: he aquí la piedra angular del acto de escuchar". Al indicar los prejuicios como el gran obstáculo de escuchar se reconoce tributario del pensador y maestro indio J. Krishnamurti quien señalaba: " La mayoría de nosotros escucha a través de una pantalla de resistencia".
En el primer capítulo de su obra " El arte de escuchar" reproduce Eric Fromm conceptos anteriormente expuestos en su más conocido texto "El arte de amar". Así cuando al identificar el amor como la preocupación activa por la vida y el desarrollo de quien amamos, veía que esto mismo se reproducía en una verdadera escucha. Incluía el amor en el acto de escuchar, puesto que el propósito de este es hacerse cargo, respetándolo, del pensamiento y la posición de quien nos habla. Según Fromm amar y escuchar a alguien implican prestarle una atención plena, dejando al margen las posiciones o ideas propias, para poder así entenderlo en profundidad. Para este psicoanalista escuchar de una manera activa favorece y estrecha por otra parte, la relación entre los implicados.
Aunque la tradición atribuye al Rey David la autoría de la mayor parte del libro de Los Salmos del Antiguo Testamento, los exégetas admiten una diversidad de salmistas. Un cierto elemento común de todos ellos es solicitar de Dios, que preste escucha a sus súplicas. " Escucha, oh Jehová, mis palabras. Está atento a la voz de mi clamor. De mañana me presentaré a ti y esperaré"(salmo 5.2-3). "Señor, tu conoces las esperanzas de los indefensos, ciertamente los escucharás y consolarás". (Salmo 10, 17-18 ).En el Salmo 143 el autor clama a Dios, pidiéndole que escuche su oración, súplica que ha encontrado ya respuesta en el Salmo 28:" El Señor ha escuchado la voz de mis ruegos" .Se dirigen a Jehová porque confían que en esta escucha estará su salvación, conforme a la misericordia que esperan de Él.
Es importante que el contenido de nuestras palabras tengan valor para que alguien las escuche. En múltiples ocasiones cuando conversamos no hacemos sino repetir dichos comunes, trivialidades o comentarios sin especial interés. Planteamos el significado de una escucha atenta cuando a lo que hablamos le atribuimos, o bien tiene por sí mismo, una cierta consideración o relevancia. Este es otro asunto pendiente y también actual : la cuestión del relato.
¿ Y TÚ QUÉ PIENSAS ?
Pues me quedo con la parte final, que, aparte de solispismos y otras jergas egocéntricas y sin entrar en el ya Viejo Testamento derogado hace más de 2000 años por su Autor, viene a constatar que tanta conversación con dichos comunes, trivialidades o comentarios sin especial interés, es lo que sustituye a la escucha por una elaboración de la contestación mientras el otro discursea, igual de nimia o más.
ResponderEliminarANTONIO ROCHE Editor ha comentado:
ResponderEliminarMuy buen texto! Y muy erudito!
La referencia a los Salmos es esencial al concepto de “ oración de súplica “ en todas las religiones teistas .Yo he supuesto siempre que “Dios “ escuchaba a los que acudían a ÉL .Lo contrario sería falta de misericordia y desprecio a sus “ hijos “
👌🥸
Depende de qué Dios hablemos: Yaveh no escuya la súplicas de los gazaties y Alá no creo que oiga a los judíos...
EliminarEs cierto, pero yo aún matizo más, el habla, la comunicación es lo que hace diferente la raza humana de otras especies, todos los seres vivos poseen una comunicación entre los mismos, eso es fetén, pero los humanos hemos alcanzado un nivel no superado por ninguna otra, además dominamos el gesto, la mirada, la mueca y rematamos con el habla o lengua. Sublime.
ResponderEliminarHemos mejorado y perfeccionado hasta llegar a conseguir el engaño, la sutileza, y todo aquello que nos permita conseguir un objetivo, positivo o negativo a nivel social, familiar u otras situaciones.
Todo esto referente al que habla, pero… ¿y el que oye o escucha? ¿Es lo mismo oír que escuchar? Respondiendo este dilema quizás tenga la propuesta del oyente. Son muchas y cada vez más que suena esa frase que dices… “ya nadie atiende más de 5 o 6 minutos”. FALSO con mayúsculas, Esos pregones…. Esas canciones… y más oratoria que mantiene expectante a su oyente, casi sin pestañear.
La comunicación, ese milagro que creó la humanidad.
Efectivamente, es falso lo de los 5 o 6 minutos. Un vídeo de más de 1 minuto muy pocos lo ven...
EliminarMuy pocos lo ven en un móvil o celular, pero en otro medio…
ResponderEliminarEscuchar es un acto recíproco. Si escuchamos sin que nos escuchen, malo!!!
ResponderEliminarMANOLI CAÑADAS Médica comenta:
ResponderEliminarSi yo escucho estoy haciendo un acto de amor hacia esa persona. Al mismo tiempo hacia mí mismo me hago un gran beneficio ya que este acto supone no considerarme a mí mismo como un ser que siempre tengo la razón ya que al escuchar a otro estoy absorbiendo parte de sus argumentos.
Lo de los salmos me parece muy oportuno sacarlo a relucir en este contexto.
La escucha está ligada a la Humildad (Agustín de Hipona)
ResponderEliminar«El que tenga oídos para oír, que escuche y entienda». Mateo capítulo 4
ResponderEliminarHoy impera el individualismo, el vocerío, el pensar que tendrá más poder, más razón el que grite más alto. Todos están en posesión de la verdad. El no escuchar es la norma. La soledad individual se acentúa. El escuchar supone una actitud de comprensión al que habla. No se esccucha porque se pierde poder.
ResponderEliminarMuchas gracias, me encanta escucharte a través de tus palabras
ResponderEliminarMIGUEL GARRIDO Profesor de Psicoterapia de la Facultad de Psicólogia de Sevilla conenta :
ResponderEliminarBuenas tardes Juan Luis… esta vez he tardado más en escribir. Me quedé varios días dándole vueltas al tema que nos regalaste. La escucha y como escuchar para que la relación con los otros sea rica, respetuosa y cercana. Es muy relevante como dices que el mundo de la “velocidad, el pragmatismo y el narcisismo exacerbado” la escucha parece algo improductivo. Más bien nos quieren acostumbrar a recoger miles de sonidos estridentes para que no pensemos porque ni siquiera se puede escuchar. Como decía Fromm el amor necesita : conocimiento, respeto, cuidado y responsabilidad. Casi nada… solo hace falta oír la mayoría de las tertulias para ver la “creciente incapacidad para escuchar”. Al mismo tiempo las personas creen que con las informaciones sesgadas de la red (corta y pega) ya tienen el derecho a clasificar, u sobre todo a “sermonear” en el más negativo de los sentidos. !Cuanto entrenamiento en el silencio necesitamos! Que poco se aguanta el silencio!. Ruido, ruido que aumenta la despersonalización. En fin, tus reflexiones me han ayudado a seguir pensando en lo que significa “reflexión” tras la escucha del otro. Ese arte que debemos practicar tras una escucha empatía, libre y creativa para donar lo mejor que tenemos y que se sustenta en las ideas, sentimientos y actos de la persona que escuchamos. Muchas gracias por compartir la esperanza de crear contextos de escucha en nuestra vida a todos los niveles.
Miguel Garrido F
Muy de acuerdo
EliminarPues me quedo con la parte final de tu texto: "Es importante que el contenido de nuestras palabras tengan valor para que alguien las escuche". Y es en estas conversaciones con valor cuando nos sentimos frustrados si notamos que nuestro intenta acortar la conversación como sea o mira el móvil cada poco tiempo.
ResponderEliminarRepito que me ha faltado parte del texto.
ResponderEliminarPues me quedo con la parte final de tu texto: "Es importante que el contenido de nuestras palabras tengan valor para que alguien las escuche". Y es en estas conversaciones con valor cuando nos sentimos frustrados si notamos que nuestro oyente intenta acortar la conversación como sea o mira el móvil cada poco tiempo.
MARIA DEL MAR Orientadora del Telefono de la Esperanza ha comentado:
ResponderEliminarEl que alguien me escuche, que yo sienta que realmente me está escuchando... ¿a mí...?, ¡cuánto bien me hace!
Por este motivo, y como orientadora de la Asociación del Teléfono de la Esperanza, este bien de la escucha, que yo tanto valoro, es lo que intento aplicar cuando descuelgo el teléfono y digo la consabida frase: "teléfono de la esperanza, dígame". Concentrada, atenta (a veces, con los ojos cerrados incluso, para no perder detalle de las palabras, el tono, el timbre de voz que escuchas al otro lado del teléfono). Intentas aislarte de todo estímulo exterior, para que la persona que está abriendo su corazón, explicando su situación, su pena, angustia, enfado, miedo, decepción, preocupación, desesperanza, búsqueda de sentido a su vida... (hay un largo etc y motivos por el qué llamar), esa persona se sienta auténticamente escuchada... La escucha activa, atenta, supone antes que nada VALIDAR los sentimientos del que habla, para ello, hacerle sentir que lo que nos cuenta es importante, le podemos proporcionar con nuestra escucha, la dignidad que se merece como persona, con respeto y amor.
La escucha es un gran valor, que por desgracia, siento se está perdiendo en los momentos actuales.
Voy muy tarde pero no he tenido tiempo de reflexionar sobre el tema hasta hoy. Y a eso iba, al tiempo. Creo que ino de los más importantes factores que impiden la verdadera escucha al otro es el tiempo, o mejor dicho, la falta del mismo, más concretamente, las prisas. Lo hacemos todo con prisas, no ponemos la suficiente atención a casi nada, y muchas veces hacemos varias cosas a la vez. Se habla/escucha mientras se ve la tele, se cocina, se trabaja, se pinta, se piensa en otra cosa, en lo próximo que tengo que hacer, en la respuesta que tengo que dar, cuantas veces estamos elaborando una respuesta antes de que el otro haya terminado su frase o reflexión. Creo que las prisas continuas, diarias y cotidianas es lo que nos hace dificil la escucha y nos transforma en una sociedad neurótica donde todos hablamos más de lo necesario y escuchamos menos de lo que debieramos.
ResponderEliminarDebemos procurar tomarnos el tiempo necesario para escuchar al prójimo aunque no siempre nos interese mucho lo que diga, aunque no estemos totalmente de acuerdo con lo que diga, escuchar es importante para poder tener verdaderas relaciones humanas.
Y para eso hace falta tiempo y también aprender a callar.
Escuchar al otro implica un posicionamiento mental previo.
ResponderEliminarSi adjudicamos crédito.moral e intelectual a nuestro interlocutor le escucharemos con mayor atención que si nos parece un engreído, un ignorante o un zoquete